Juguemos a la fantapolítica
GALAN EN LA CASA DE NARIÑO
Luis Carlos Galán se preparó toda su vida para vivir el 7 de agosto pasado,
es decir para dirigir y cambiar a Colombia. Todas sus acciones, hasta las
más nimias, tuvieron como norte ese objetivo, porque creía a pié y juntillas
que tenía con el país una responsabilidad histórica que cumplir y nada ni
nadie lo pudo nunca apartar ni una décima de segundo de esa convicción.
Se equivocó por 11 meses y 20 días porque, aunque siempre estuvo alerta para
defender unas ideas y una ética, no pudo defenderse de las balas asesinas
de unos traficantes de coca.
Así, todos los colombianos sabemos que, de no haber mediado el crimen, hoy
Galán sería el presidente de la República. Como no habló ni actúo sino en
función de ese desempeño, no resulta complicado lanzarse a la fantapolítica
e imaginar lo que hubiera pasado en la Casa de Nariño durante los próximos
4 años.
Comencemos por la imágen del nuevo presidente: ésta hubiera sido adusta y
seria, como lo era en público Galán, pero sería la de un gobernante bastante
comunicativo y los colombianos no hubiéramos tenido que acostumbrar a las
largas y frecuentes intervenciones presidenciales por televisión, pues como
buen comunicador y periodista que era, sabía de la importancia de mantenerse
en sintonía con la opinión pública; su magnífico don de la palabra las
habría hecho interesantes, aunque esos porcentajes, comparaciones estadís-
ticas y precisiones numéricas que tanto le gustaba manejar hubieran a
ratos aburrido a los televidentes.
Este presidente no hubiera tenido ghost writer, pues siempre escribió, a
mano, sus discursos y sus intervenciones públicas, sin desdeñar claro los
aportes de información de sus asesores. La relación cotidiana con los
periodistas, entre los que tenía comportamiento de colega, hubiera sido
amables y fáciles y frecuentes las ruedas de prensa improvisadas en las
puertas del Palacio de Nariño. Dada su formación austera de clase media
y su modo de vida espartano, las fiestas y reuniones hubieran sido las